miércoles, 15 de julio de 2009

Así fue.


Dejó de ver. Dejó de sentir. Dejó de escuchar.

Ella dejó de vivir, pues la persona del espejo no era ella. Era alguien complaciente que nunca conoció y que ocupó su lugar.

Sin más, la pobre dejó de existir.

Era, es y será él.


Poco a poco fue dejando de sentir emociones. Ya no sólo eran emociones, sino que sentimientos también. Mientras los días pasaban, ya no sabía quien era aquel persona que se reflejaba en el espejo cuando él posaba frente a uno. Aún así, nunca dejó de preocuparse por su familia, siempre se aseguró de que tuviesen lo que necesitaran. Un día de aquellos en que el sol parece no existir por el frío y oscuridad que reinan, cuando yacía sumergido en lo más profundo de su ser, brotó de lo mas profundo de sí la razón. Él es esa razón, él consigo mismo. Debía preocuparse por sí mismo y su futuro, su felicidad, su razón de ser.

No fue necesario levantarse de la cama, el rayo de sol que se inmiscuyó por la ventana le acarició tiernamente la cara y lo guió a la vida, a su propia vida